Me piden desde la escuela de teatro en Madrid, EIG, que desarrolle una breve descripción sobre lo que es el Teatro Social. ¡Casi nada!, teniendo en cuenta que el Teatro Social es un gran abanico bajo el que se encuentran multitud de técnicas y herramientas teatrales con unas características muy diferentes entre sí y a la vez un denominador común.
Casi nada, además, siendo consciente de que cada grupo o persona que se adentra, profundiza y trabaja desde y con el Teatro Social o de los Oprimidos, lo hace desde su personal y único punto de vista. Desde su inevitable subjetividad.
¿Reflexión teórica?,
¿suerte de ensayo aclaratorio? …
Nada de eso me surge ahora.
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En este punto, descubro que lo que verdaderamente significa para mí el Teatro Social o Teatro de las Oprimidas tiene mucho que ver con el sentimiento y estado con los que salí del primer contacto que tuve con este modo de hacer.
Así que, tiro de memoria, y me adentro en un primer taller intensivo de fin de semana que me acercó, hace ya muchos años, a este maravilloso, liberador y enriquecedor mundo del Teatro Social.
Juego, juego, juego y más juego. Juego ausente de juicio. Juego conmigo misma, pero también con el grupo de personas con las que me reúno y de las que desconozco todo, excepto su apariencia física presente.
Apertura y entrega máximas, abrazando la vulnerabilidad.
A partir de aquí, y de la mano de la persona facilitadora, movemos nuestros cuerpos, nuestras cabezas y nuestra imaginación, y creamos imágenes e historias sobre las opresiones que todas vivimos, descubrimos puntos en común, diferencias individuales.
Gracias a este “hacer” puedo revelarme tal cual soy y a la vez diluirme en el grupo. Grupo que empatiza y acoge, incondicionalmente.
Grupo que te hace de espejo y que te recuerda lo político que hay en todas nuestras cotidianidades, en todo lo que nos rodea. La política hecha arte. El arte de lo político.
Liberador el reconocer que tu sentir nunca es en solitario. Tus vivencias, tus ausencias, tus anhelos, tus desvelos, lo son también de los otros. Hay algo que nos une y a la vez algo que es personal. Lo personal es un tesoro en el grupo. Lo grupal es un bálsamo para el individuo.
Poder mostrar con el cuerpo, con el silencio y la palabra, con la risa y el llanto situaciones que me pasan, que nos pasan, y sentir que las personas que lo reciben están en ese mismo punto, te convierte en inmortal. Te convierte en una persona poderosa y capaz.
Se diluye la frontera entre actuar y observar, entre estar sobre el escenario o en la butaca. Dos caras de una misma moneda. Todos actuamos, todos observamos. Todos somos “espect-actores” y “espect-actrices”.
Estando en el otro lado del escenario, siendo público, siendo espect-actriz, lograr debatir y actuar con desconocidos, lograr reflexionar sobre la sociedad que me rodea, mis propias experiencias y ver en mí, o en otros, que hay otras formas posibles de enfrentarse al miedo, a la incertidumbre, a las dificultades… es algo que no sé describir con palabras: comunicación verdadera, quizá. EMPODERAMIENTO, sin duda.
Sentimiento y creación de comunidad, impagable, en este sistema que nos quiere individuales, aislados y sin capacidad de crear ni de imaginar.
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Aquél día, al acabar ese minitaller que dio comienzo a una nueva etapa en mi vida, tuve la certeza de que nunca más estaría sola ni perdida. Tenía el Teatro Social y allá donde fuera, estuviera con quien estuviera, habría un cobijo en el que guarecerme y poder sentir, expresar y transformar la realidad con los demás. Esa es mi breve definición de lo que es el Teatro Social; ¡la encontré!.
¡Suerte infinita que tuve!
Todas las personas somos creadoras. Todas las personas necesitamos, por el mero hecho de ser humanas el expresarnos y el imaginar, el compartir y el construir y transformar.
El arte al servicio de la gente.
Termino con una frase del padre del Teatro De las Oprimidas, AUGUSTO BOAL:
“El Teatro del Oprimido
es el que crea espacios de libertad,
para que la gente imagine y piense en el pasado,
en el presente
y pueda inventar el futuro y no esperar por él”.
El teatro nace cuando el ser humano descubre que puede observarse a sí mismo y, a
partir de ese descubrimiento, empieza a inventar otras maneras de obrar.
VIRGINIA DEL POZO PARA
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