El fenómeno romántico se dejó sentir con fuerza, primero en Alemania y posteriormente en Francia y España.
En Alemania se creó un espectáculo para que el pueblo pudiera seguir el hilo de la historia. Para ello desarrollaron los elementos visuales, incentivaron la música y prodigaron los toques efectistas. “Tempestad y pasión” fueron las palabras que se convirtieron en el lema del resurgir dramático alemán. El “Sturm und Drang” propugnaba la libertad absoluta del individuo; de ahí la exaltación del héroe y de las pasiones como motor de la actividad humana, proponiendo un lenguaje lírico y naturalista.
En Francia el gran actor Telma exige con rigor un teatro de la naturalidad, de la autenticidad en todos sus componentes: vestuario, decorados, gestos, dicción, textos… Para él la clave del teatro estaba en la acción y en su expresión en el texto. El Melodrama hace furor en Francia con un innegable parecido a la obra de Shiller.
Melodrama, teatro del pueblo cuyos primeros contenidos halagan la Revolución. Entre los ingredientes que suscitaron el entusiasmo en las clases populares y posteriormente en la burguesía se encuentra su narrativa de estructuras fijas susceptibles de diversas variantes que lógicamente facilitaban su lectura. Personajes como la muchacha desvalida cuya vida y honra corren grandes peligros a manos del traidor, hipócritas de la más baja calaña o el héroe bueno, apuesto y valiente, cuya misión es castigar al traidor y acabar proponiendo el matrimonio a la joven liberada por él, no faltan en el melodrama.
Este esquema admite una enorme carga de emoción; por otro lado, a las peripecias de la acción se una exposición en la que se mezclan las formas más extrañas con el fin de distraer al espectador: drama burgués, paradas, números de circo, danza y música (etimológicamente, melodrama significa drama con música).
Se unen lo lírico, lo épico y lo dramático. Esto último caracterizado por el enfrentamiento de fuerzas antagónicas: el bien y el mal, el cuerpo contra el espíritu… El teatro quiere mostrar, mediante su poesía, estas tensiones y ser la vía que lleva a la síntesis de la realidad social y de la naturaleza.
El drama debe reflejar la existencia humana con todas sus contradicciones, con sus mil caras y disfraces: lo sublime puede entonces codearse con lo grotesco. Para mostrar esta realidad, el drama debe cuidar lo que llamaban el color local con el fin de hacer sentir en el espectador el espacio y tiempo verdaderos de la acción, sus conflictos sociales, sus pasiones, sus éxtasis y bajezas. De este color local deben dar cuenta los caracteres auxiliados por la acción, la lengua, los decorados, el vestuario…
En España se mezcla lo trágico con lo cómico, la prosa con el verso, las burlas con las veras. El nivel temático se sitúa en torno al amor, un amor imposible y perfectísimo, con claras referencias a motivos del poder injusto. Los héroes románticos están cercanos al mito. Su destino es incierto pues suelen sucumbir ante las citadas injusticias políticas. En este sentido, los protagonistas, que como los héroes son apasionados, no tienen otra misión que la de servir al hombre con su única arma: el amor.
El melodrama, tal y como se ha venido representando en el siglo pasado, suele suscitar en la mente de la mayoría de la gente la idea de un teatro pasado de moda, con gran contenido verbal, estático, aburrido y tedioso. Idea, paradójicamente, muy contraria a la de aquellos que realmente lo inventaron con el ánimo de impresionar, divertir y entretener a un pueblo, haciendo que entendiera verdaderamente el hilo de la historia. Para ello desarrollaron elementos visuales: telones pintados que cambiaban a la vista del público; incentivaron la música, la danza, la acrobacia y prodigaron las sorpresas y los toques efectistas: incendios, tempestades, apariciones, creando el concepto de “espectáculo total”.
El hombre romántico crea el marco para la exaltación de las pasiones como motor de la actividad humana, haciendo del espacio un elemento fundamental para el desarrollo de la trama y la acción.
La propuesta en cuanto al estudio y realización de un melodrama es necesaria desde un punto de vista pedagógico puesto que aquí el actor-autor se ve forzado a inventar y desarrollar una dramaturgia clara, legible y sólida. Pero además, la metodología aplicada propone un espacio prácticamente desnudo en el que intervienen los elementos mínimos, muchas veces ninguno, obligando al actor-creador a utilizar su cuerpo como único elemento y vehículo de expresión. El actor es capaz de ser todas las cosas y recrear múltiples espacios y atmósferas, cambiando tácticamente frente al espectador de espacio y tiempo.
Para ello, utilizamos como medio de expresión todos los elementos de la pantomima que emplea el lenguaje del “gesto-palabra” y las historias o bandas mimadas que emplean el lenguaje del “gesto-imagen”. Este tipo de mimo, emparentado con el comic, anima y enriquece el melodrama con permanentes elementos cómicos y efectos visuales sorpresivos e inesperados.
Con un lenguaje cinematográfico y al mismo tiempo poético, el mimo de acción genera una forma nueva de abordar y desarrollar los temas, ayudándonos a comprender mejor el espíritu romántico y también a penetrar en la membrana más sensible del espectador contemporáneo.
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