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Danza Butoh

Con motivo del Workshop de Danza Butoh que se va a llevar a cabo en nuestra escuela de teatro, queremos compartir un breve ensayo escrito por Nataliya Andru que dirigirá este workshop.

Puedes participar en nuestro workshop un fin de semana al mes. info@escuelainternacionaldelgesto. com
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LOS ABISMOS DEL TIEMPO
Somos reclutas obstinados de causas cuyos orígenes se pierden en la oscuridad.”
Pascal Quignard
“No hay presente. Está mal informado quien se crea contemporáneo de sí mismo.”
Mallarmé

Pausamos.
El ejercicio de danza que practicamos trataba de improvisar, hacer pausas y seguir. En pausa prestamos atención a lo que sigue sucediendo en el marco corporal y espacial como sensaciones físicas, ecos de movimientos que acabamos de realizar, en pausa observamos la forma del cuerpo con más precisión y cómo nuestra danza ha resonado en el espacio, leemos con más nitidez lo que acaba de ocurrir y la información que sigue brotando. En pausa nos damos cuenta que el movimiento sigue: micro movimientos que ocurren gracias al desequilibrio, tensión y relajación muscular, la respiración, el bombeo de la sangre, el latido del corazón, impulsos, etc. La pausa es un respiro necesario para que la comunicación tenga sentido. El coreógrafo Stephen Batts dice que la pausa no es una herramienta para nuestra danza, es un fundamento para nuestra danza.
Pausar lleva a pensar en una escucha más sutil, más fina, en estar en contacto con lo que sigue ocurriendo. Podemos decir que la pausa es nuestra danza la más lenta. Y, sin lugar a dudas, con muchísima práctica podemos estar en contacto más profundo con los procesos que ocurren dentro y fuera del espacio corporal moviéndonos a la velocidad de un guepardo que corre detrás de su presa. Pienso en estar en contacto con como estar presente, como implicarse en lo otro.
Una comunicación con sentido supone tener una parte de la atención volcada en el espacio, tanto dentro como fuera del cuerpo. Para estar presentes necesitamos estar en relación con algo, alguien, con lo otro. Esto permite ensanchar nuestras posibilidades experienciales y tocar el mundo con nuestra danza. Podemos decir que estar presente es comprometerse a fondo con un proceso. Estar presente tiene que ver con la presencia, no con el tiempo presente. “El presente carece de presencia” escribe Pascal Quignard en Abismos, la presencia es un manto que acoge tiempos dispares.
En este libro el escritor francés derrama páginas sobre el tiempo como un abismo: el pasado y el porvenir que “se vierten constantemente uno en el otro”, sobre el tiempo que designamos como una unidad de medida pero que se convierte en algo que no podemos medir. Quignard escribe que el infortunio consiste en creer en el presente, el infortunio es el cuerpo que niega que el pasado pueda afectarlo. Porque el pasado es una fiera que acecha al hombre y lo perturba. Negando el pasado y viviendo en el instante huimos de toda retrospección, de todas las diferencias, de todo pensar (pensar como extrañar, dividir, decidir, orientarse en el espacio – procesos que requieren que algo de nosotros caiga en lo que fue). Pensar, en latín noesis, quiere decir “extrañar”. Extrañar es ver, es intentar acercar lo que ya no está, lo que se perdió y cuyos fragmentos invaden. Jonathan Martineau en sus seminarios de Butosofía invita a pensar en el espacio y sentir en el tiempo: aquí y ahora como portal donde se manifiestan el tiempo y el espacio, donde florecen las memorias.
Ceñirnos al aquí y ahora, fijar el tiempo, decir yo, nombrar… es intentar detener un río que corre. Si el movimiento es un desplazamiento, este sería imposible de realizar en el tiempo que llamamos presente. En un solo desplazamiento ocurre inmensa cantidad de procesos que involucran atisbos y resquicios tanto de lo que ya pasó como de lo que pasará, una masa informe imposible de ajustar en un tiempo concreto. Como la palabra que pronunciamos y que ocupa nada más que un instante, es un instante que se pierde en lo lejano, en un Había una vez – hicieron falta miles de años de vida humana para que esta palabra salga de nuestras gargantas por primera vez. El instante es el resto de algo que nos precedió. Como el recién nacido que es un “recién venir de lo anterior”: “Ninguna vida psíquica puede nacer sin la ayuda de otra vida psíquica anterior. Una vida anterior ancestral sueña para el recién venido, antes de su venida, la existencia de una vida psíquica comparable a la suya. De este modo hay un recién venir de lo anterior que llega de lo anterior.” (Quignard)
La palabra presencia viene de presentia, que en latín significa “acercamiento”. Lo que se acerca cuando estamos presentes es el antaño, un tiempo perdido, lo ausente, lo que hemos olvidado, aquello que escapa del lenguaje, lo innombrable, lo inmemorial pero que sin embargo sigue habitando en la oscuridad del cuerpo. Gaston Bachelard en El agua y los sueños nos invita a aumentar nuestra realidad con una buena dosis de irrealidad, y pensamos que agarrándonos al presente sería difícil aumentar la realidad. La dinámica de los sueños tiene que ver con los hechos que saltan de un lugar a otro, de una época a otra, donde lo irreal es sentido común, es la dinámica que tiene que ver más con ese tiempo que surge de espacios desconocidos, con el tiempo como derrame. “El tiempo no está del lado de los hombres, sino del lado del surgimiento”, escribe el autor.
Quignard define el pasado como cumplimiento, el futuro como inminencia cercana y el presente como inminencia lejana. El presente está estrechamente vinculado con lo lejano, con lo que es imposible describir objetivamente, algo con lo que nos topamos sin cesar pero no podemos reconocer desde lógicas convencionales. Para los acadios, habitantes del Imperio acadio (siglo XXII a.C.), el porvenir camina detrás del hombre y lo que está delante nuestros ojos es el pasado. Lo que vendrá como una bestia salvaje, subirá como la lava de un volcán está detrás de nuestras espaldas; y lo que nos encara es todo lo que ya se ha vivido.
En El agua y los sueños, Bachelard cita a DÁnnunzio que dice que “los acontecimientos más ricos nos llegan mucho antes de que el alma se dé cuenta. Y cuando comenzamos a abrir los ojos sobre lo visible, ya éramos desde mucho tiempo atrás adherentes a lo invisible”.
La danza butoh nos invita a bucear en lo invisible desde la escucha, la atención, el movimiento volcados en un mundo imprevisible. Nos regala la posibilidad de abrirnos a los vestigios del misterio, a los secretos más fascinantes, a tener tiempos socialmente muertos para inclinarse hacia el antaño, para contemplar las ruinas y las grietas y hundirse en el tiempo como en los abismos del océano, para dejar de corresponder con la actualidad y surgir como hambre, desgarro, vértigo, caída, metamorfosis.

TEXTO . Nataliya Andru

FOTO: Peter van Heesen

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