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Taller de escritura: volver a mirar por QY Bazo

Volver a mirar

Reflexionar sobre el punto de vista es algo que nos viene rondando desde hace años. Como autores, nos hemos visto obligados a contestar a la pregunta ¿desde dónde cuento esto? Esta decisión puede cambiar radicalmente el tono de una obra, su orientación, el sentido, todo. Entonces, ¿qué pasa si en vez de aquí nos ponemos allí? Hicimos un taller con Roland Schimmelpfennig en el que preguntó qué pasaría si contásemos la historia de un muyahidín como una historia de amor. Alguien que ama tanto a Dios que mata por él y para él (o ella, oiga). ¿Qué pasa si miramos desde allí?

            Inevitablemente, esta reflexión también nos ha hecho darle vueltas a la recepción de la historia que buscamos contar. ¿Qué queremos que suceda en la mente del espectador? ¿Cómo queremos que se sienta? ¿Cuál debe ser su situación de escucha? ¿Cómo ser más precisos en la imagen? ¿Cómo densificar la palabra? Teatro significa literalmente lugar para mirar. Miramos lo que acontece ante nosotros, lo que estalla en nuestro interior, pero también miramos a quien nos mira. Sanchis siempre dice que el espectador, si no es intelectual, seguro que es inteligente, y anima a contar con él, a desafiarlo, a obligarle a escuchar con atención, a darle deberes que se lleve a casa. El espectador proyectará su propia historia sobre la nuestra, hará conexiones esperadas e inesperadas porque tiene su propio mundo interior, es libre, emancipado en el sentido que defiende Rancière. Si no confiamos en él y le masticamos la historia, la colocamos en el lugar que espera, le planteamos el dilema y le abrimos la puerta para que la cruce, ahora sí, él solito, nos acercamos a una zona de peligro que Mamet definió como “el riesgo de la obra social”. Básicamente: decir al espectador que está en los cierto, que puede irse a casa tranquilo y satisfecho porque está del lado correcto.

            El riesgo sobre el que nos advierte Mamet puede sortearse desplazando el punto de vista. Mirando desde otro sitio, apuntando la lupa en otra dirección. Esta apertura en la escritura nos lleva a nuevos sitios y códigos, a veces fantásticos y fabulares, nuevas calidades, nuevos miradores desde los que volver a mirar nuestras historias.

            En el taller compartimos estrategias que nos ayudaban a desorganizar la mirada, a dislocarla. Nos apoyamos en el teatro, por supuesto, pero también en la narratología, en la pintura, en la literatura, en la filosofía. Nos divertimos, jugamos mucho con el punto de vista, y quizás esa sea la idea más importante que trabajamos. Divertirte con la escritura. Explorar. Buscar a Ícaro.

QY Bazo

Taller de teatro cómico: los cuatro caminos de la risa por Andrés del Bosque

CUATRO CAMINOS PARA LA RISA

Estos talleres van en busca de la risa perdida, se alejan del sistema victimario en el que vivimos para reiniciarnos en el sistema de la gracia. Cuando se pierde la cultura de la risa, inspirada por Dionisos y Baubo en el oficio teatral, imponiéndose la seriedad razonadora de Atenea y la formalidad apolínea, pierden su fuerza las técnicas del éxtasis, el placer de la catarsis y la vía mimética de las máscaras, quedando relegadas a un escenario privado, el juego, la risa y el amor.

En la teatralidad social de occidente se ha instalado una seudo-religión, el dogma neoliberal, que tiene su propia santísima trinidad: crecimiento económico, libre comercio y globalización, padre, hijo y espíritu santo. Es un poder divino infalible, sabe lo que es bueno para nosotros y, en aras de nuestra salvación, lo impone. En esto consiste su seriedad, en la santa defensa de unos privilegios.

El cuerpo estrafalario del bufón. Su esqueleto carnavalesco, resiste el cuerpo frígido, encarcelado y mortificado que el neoliberalismo en su última etapa mórbida no cesa de zombificar. La risa y el sistema de la gracia acaban con el reino milenario de la desgracia y de la resignación, es el cuerpo femenino de la risa que extrae del propio cadáver de la seriedad, el abono que regenera y produce los primores de lo cómico.

El cuerpo bufonesco como hipérbole, ha creado extensiones y puentes que resuenan en el discurso del uni-verso, modificando así el flujo opresor, desobedeciendo las órdenes de un régimen atiborrado de palabras-gendarmes, que conducen al patíbulo. L

a plegaria de las bufonas y la afasia del clown rompen la continuidad del sometimiento al imperio de la palabra y la razón, para construir un multi-verso donde lo cómico y lo cósmico se diferencian solo por una “s”.

La risa perdida aparece cuando se descubre que el payaso de espectáculo está ligado al payaso ritual, al bufón sagrado, y entonces el clown recupera su función: la de provocar la conciencia cómica, que permite no quedarse entrampado en una fe jerárquica o en unas creencias dominantes, cualquiera que ellas sean. Las bufonas han vuelto para incitar una política del mundo al revés.

El propósito de este viaje a través del bufón, el clown, la máscara y el melodrama es descubrir la risa tras toda construcción seria, por trágica y dramática que ella se presente, con el propósito de desmontar los falsos privilegios y las falsas jerarquías, aportando así al oficio del comediante, del actor y de la actriz, del juglar y de la juglaresa, la esencia transgresora de un oficio que se mueve en las fronteras, entre el arte de hacer llorar y el arte de provocar la risa.

Esto dejara en evidencia la Confederación de los Agelastas, gárgolas contra la risa y la utopía o santo oficio del mortal aburrimiento. Sistema victimario y de la culpa que permite, vigilar y castigar, para defender privilegios. Voluntad que se opone seriamente al carácter revulsivo de la risa, porque lo cómico regenera el mundo y lo transforma.

El aporte del payaso incide en un teatro animista, humanista y animalista. Dota de espíritu, ora y dialoga con las sillas, los paraguas, las cachiporras y las tartas. Se transforma como un chamán en cacatúa o pretende ser un león y saltar por el aro. Presenta el mundo en que vivimos sin representarlo, rompe todas las convenciones teatrales mostrando que todo estilo es un acuerdo, todo privilegio es provisorio, toda jerarquía es una hipótesis y se salta con frecuencia la frontera entre actor y espectador.

Los payasos aportan una dramaturgia descuartizada, hecha de pedazos similares a un teatro de feria y varietés, cuyos números y trozos se buscan para crear el sentido de la fábula, así como los cuerpos descoyuntados y artificiosos de las actrices, que en danza macabra, reúnen sus huesos para presentar su historia frente al público, tal como en el Mito del Cuerpo desmembrado.

A esto apunta el trabajo del clown: Lo que se imita es el modelo divino narrado en el mito de los orígenes. Y la paradoja consiste en que el recuerdo despeja el futuro y desarrolla el carácter visionario. La teatralidad del clown es adivinatoria.

En el melodrama integramos pasado y futuro al presente a través de tender puentes entre el sueño y la vigilia. Los mecanismos que disfrazan las ideas reprimidas en el sueño tienen como tarea inmediata conservar dormido al sujeto, no despertar su conciencia.

La vía del bufón es exactamente lo contrario: se encamina a despertar todo lo reprimido, para mostrar las causas concretas de la represión, eliminando la culpabilidad y el pecado. En este sentido, es un insomne antirreligioso.

Risa y llanto, tragedia y comedia forman el eje vertical que transitan estos espíritus chocarreros.

Del mismo modo en que los mitos permiten vivir a la comunidad integrando sus contradicciones en el relato de su existir, así mismo, la función cómica del payaso es capaz de condensar como en los sueños una resolución de los conflictos de la vigilia.

Por ello su poética es visionaria y decisiva para la armonía de la comunidad.

He aquí un mapa para viajar por estos territorios

EL BUFÓN

En esta nueva Edad media, con el Castillo de los Privilegios defendido por una policía Global y una guerra preventiva, los bufones sagrados, bajan el puente levadizo y celebran La Fiesta del Papa de las Burlas, para ver caer las falsas jerarquías, ahuyentando el miedo con la risa que revela nuestras propias jorobas y claudicaciones. Algunos bufones se hacen favoritos del rey y se bajan los pantalones para hacer reír, otros van con el cipote en ristre o con bufonas que ponen el mundo patas arriba con la sonrisa vertical. Estas bandas y cofradías son las de los bufones sagrados. Una revuelta permanente.

EL CLOWN 

El clown no está ligado a la suerte de un sargento de caballería de la reina de Inglaterra llamado Phillipe Astley. Su risa se remonta a tiempos inmemoriales, al origen eufórico del mundo y es común a los indios Hopis, a los clowns tibetanos, a los Cucurches del Perú, a los Kollones de los indios mapuches, a las payasas de las Islas Rotuma, al Hellequin normando y al Arlequín de la Comedia del Arte. Es más que un estilo, está más allá de todos los estilos, es un sujeto en proceso, un carnaval, una polifonía sin reconciliación posible, una revuelta permanente.

LA COMEDIA DEL ARTE

La Comedia del Arte es una tradición que nos llega hoy día a través de Dario Fo, Giorgio Strehler, Amleto Sartori, luego Antonio Fava, Carlo Bosso y así podríamos seguir. Pero desde luego está en Moliere en Lope de Rueda en Lope de vega en Shakespeare y en la pintura de Jacques Callot o Recueil Fossard. Conociendo sus principios habiendo estudiado con sus antecesores y con algunos maestros de la tradición no queda más remedio que reinventarla. Este principio metodológico nos asegura el respeto por una tradición viva que ni aún eruditos y grandes dramaturgos como Goldoni jamás han podido embalsamar.

EL MELODRAMA

En la imaginaria escuela de Monsieur Dumas se aprende el oficio que desata el efecto lacrimógeno. El placer de llorar nos permite mover nuestras emociones del enfrentamiento trágico con lo divino al drama humano. La madre que abandona su hijo porque no lo puede alimentar, el minero que descubre en la prostituta a su propia hermana, el payaso que hace reír mientras su corazón llora. La narración patética. El llanto y la risa dialogan en el melodrama como si una melodía los armonizara.

ANDRES DEL BOSQUE

Andrés Del Bosque es director de la Tribu Imaginaria, Doctor en Artes Escénicas con su tesis “En Busca de la Risa perdida”, Aportaciones del Clown a la Teatralidad, expuesta el 16 de noviembre de 2016 obtiene un Sobresaliente Cum Laude.

https://www.educacion.gob.es/teseo/mostrarSeleccion.do.

Ha sido profesor de la RESAD (Real Escuela superior de Arte Dramático Madrid) durante más de siete años dirigiendo numerosos montajes de egreso poniendo a los estudiantes de último año, en contacto con el medio profesional a través de sus enseñanzas.

Es licenciado en Dirección teatral en la ESAD de Murcia en el año 2011 y Master en Artes Escénicas, pero antes de todo esto, es un cómico de la legua, un saltimbanqui y un payaso.

La Tribu Imaginaria se consolida en Europa cuando se empiezan a reunir personas que provienen de distintas “tribus” y diversas culturas, unidas por visiones comunes y “Oráculos” que plantean enigmas que sólo pueden descifrarse recorriendo un camino imaginario, un sendero que sigue la huella de Tespis, de los cómicos de la legua, del loco de carnaval, de la escuela de bufones sumergida por los Borbones y alimentada por la cofradía de los payasos sagrados iberoamericanos.

Una Breve trayectoria de este bufón que investiga la Risa en lo Sagrado y las relaciones entre teatro y circo nos lleva a México donde ha sido invitado en tres ocasiones a la ENAT para dirigir montajes de clown para el Día de difuntos, para el ciclo de la Pasión y como miembro de la Asociación internacional de Escuela Superiores de Teatro (AIEST). Dirige Talleres en Caracas Escuela Nacional de Circo, en Quito, en Londres, en España, en Dinamarca, Colombia, Brasil, Chile, Venezuela, Costa Rica, El salvador, México, Italia, Estados Unidos, Inglaterra, España, Bélgica, Egipto. Director y autor de uno de los hitos del teatro chileno “Las siete vidas del Tony Caluga” Premio Municipal de dramaturgia 81, Premio Fundación Nacional de la Cultura 84, Premio Eugenio Dittborn Universidad Católica 87, Premio teatro infantil ACHITEJ 91 Premio Asociación de Periodistas de espectáculos 94. Premio de la crítica 95. Del 1991 al 2002, se desempeña como profesor de actuación y movimiento, en las Escuelas de Teatro de la Universidad de Chile, Universidad Arcis, Universidad Finis Terrae y Universidad Mayor de Temuco.

Trabaja en cine y televisión ganando el premio al mejor actor en el festival de cine de Bogotá del 87. Se forma en el Teatro experimental de Cali, Colombia con el maestro Enrique Buenaventura. Estudia Clown, Bufón, Melodrama y se especializa en la escuela del maestro Philipe Gaulier en Londres. Cursa la Scuola dell Attore Cómico y de la Commedia Dell’Arte con el maestro Antonio Fava, en Reggio Emilia, Italia. Realiza estudios con Vladimir Kriukov, director del Teatro de Clowns ucraniano de Mimikrychi

Laboratorios de escritura dramática

LA PALABRA TRASLÚCIDA por Eva Redondo

De la crisis que lleva padeciendo el drama desde finales del siglo XIX dan cuenta numerosos autores (Szondi, Abirached, Sarrazac, Lehmann, entre otros), sin embargo, como herederos de aquella forma de hacer, parece que nos resistimos a abandonar ciertos procedimientos. Es habitual (y escalofriante) que aún se entienda, en determinados círculos, que el teatro es el arte de contar historias. Este pensamiento empequeñece el hecho teatral porque prioriza la fábula sobre cualquier otro elemento y nos conduce al control y al orden de nuestro material.

El control supone una intervención anticipada sobre todos los componentes que conformarán el texto. Se manipulan de antemano para no dejar cabos sueltos que puedan interpretarse de una de manera distinta a la que fueron concebidos. En estas propuestas, se huye del hallazgo inesperado. Sin embargo, la historia de las artes y de las ciencias está llena de ejemplos que demuestran que el imprevisto y la casualidad juegan un papel más que relevante en el proceso de creación. Cuando escribimos de este modo, empujamos la acción de los personajes, les obligamos a tomar decisiones que juegan a favor de la coherencia y la verosimilitud de la trama, les conducimos hacia un final que hemos prefijado sobre un folio… Nos relacionamos a latigazos con nuestras obras, como si quisiéramos domarlas, domesticarlas.

Por otro lado, pretender ordenar los acontecimientos supone someterlos al yugo de la lógica racionalista. Según este paradigma, los acontecimientos guardan un orden cuando conseguimos esquematizar sus cambios bajo la lógica causa-efecto. Esta teoría pretende explicar el mundo sin tener en consideración la inestabilidad de la materia, el desequilibrio o la constante evolución de las partículas. Aplicado a la dramaturgia, la asunción de este enfoque supone considerar que el universo de la obra se comporta de manera estable y previsible. Los personajes, además, están llenos de razones que justifican sus comportamientos y no se tiene en cuenta la naturaleza contradictoria, impulsiva, imprevisible y frágil de los seres humanos. Sin embargo, las leyes del Universo se rigen por un orden más complejo: el caos. Es esta concepción caótica del mundo la que contempla la aparición de la catástrofe.

Aceptar la idea de que el universo está contenido en un sistema que funciona de forma sofisticada nos permite elaborar textos más orgánicos que contemplen lo inesperado, la incoherencia y la complejidad del mundo. Estos textos huyen de lo evidente y no pretenden explicar la naturaleza de los acontecimientos, sino dialogar con lo inefable. Se tejen mediante palabras que reclaman la presencia de un otro para completarse. A lo largo de estas sesiones de taller, nos cuestionaremos cómo podemos potenciar ese espacio borroso y traslúcido que necesita de la imaginación ajena para colmarse de sentido.

EL TEATRO SOCIAL EN LOS CENTROS EDUCATIVOS

Nuestro proyecto pedagógico no sólo se desarrolla dentro de las salas de la propia EIG, sino que es susceptible de trasladarse a las aulas de cualquier otro centro educativo (o espacios no formales) y trabajar con los jóvenes en sus espacios habituales y/o con los educadores o formadores que les acompañen en sus procesos educativos.

Creemos en la intervención educativa a través del Teatro como una herramienta indispensable en la formación personal, artística y humana de nuestros jóvenes.

El curso pasado hemos intervenido aplicando fundamentalmente la Técnica del Teatro Invisible con jóvenes de 14 – 18 años en contextos educativos formales de multitud de centros de Secundaria de la Comunidad de Madrid, y la evaluación tanto del alumnado como de las personas educadoras ha sido muy positiva.

Teatro Social con jóvenes y para jóvenes. Teatro en las Aulas.

Desde la EIG nos ponemos la mochila teatrera, cogemos el baúl y nos plantamos en las aulas, en los centros educativos o en los espacios no formales en los que haya jóvenes interesados en acercarse a esto de la creación teatral y la expresión de sus propios temas a través del arte dramático, así como educadores que sientan que con el teatro social y sus herramientas, sus grupos van a encontrar formas de expresar, crear y relacionarse muy enriquecedoras y altamente motivadoras.

Teatro al servicio de la Juventud.
Teatro al servicio de una comunidad que incluye a sus jóvenes; y si no es así, éstos encontrarán la forma de hacerse oír y ver a través del mismo. Creando y jugando, observando y experimentando, los jóvenes iniciarán un proceso de autoconocimiento que les hará encontrar su propia voz y crear a partir de ella.
Voz que lanzarán y compartirán con el mundo.

Este proyecto trata, fundamentalmente, de entrar en un contexto educativo ya creado, con sus dinámicas y procesos ya en marcha, y desarrollar de la mano de la persona o personas que lo dirijan una intervención sobre el mismo a través de herramientas teatrales provenientes del Teatro Social.

La temporalización o duración de tal programa de intervención a través del Teatro vendrá determinada por la necesidad y situación concreta del colectivo demandante, pudiendo extenderse a todo el curso o reducirse.

La metodología que empleamos en este tipo de proyectos, independientemente de la duración y su temporalización, será:

-. Práctica y experiencial, aunque no exenta de momentos de reflexión colectivos o individuales. Nuestra reflexión partirá de una acción y viceversa.
La presentación de productos artísticos (si la hubiera) será una experiencia en sí misma, más allá del hecho exclusivamente representativo.

-. Procesual: cada parte del proceso tiene sentido y valor en sí mismo, independientemente de que se apunte a un resultado. El acento se sitúa en el aquí y ahora; y en lo vivido y descubierto en este momento.

-. Lúdica: la base del trabajo es el juego.

-. Integradora: acogiendo y ensalzando en su proceso, las diferencias interindividuales que lógicamente se presentarán dentro del grupo.

Los objetivos o motivaciones pueden ser múltiples, desde tratar una temática o problemática concreta (educación en valores, prevención de violencias machistas, xenófobas, cuidado del medio ambiente, bullying, sexualidad, diversidad cultural, acoso por redes sociales…) hasta desarrollar la faceta artística y expresiva del alumnado.
En cualquier caso, tanto lo actitudinal, educativo y formal como lo artístico se trabaja de manera transversal con este tipo de intervención teatral, independientemente del objetivo inicial.

Si eres educador, profesor, animador o facilitador y quisieras poner en marcha un proyecto similar en tu espacio con jóvenes, ponte en contacto con nosotros y concretaremos qué trabajo es el que más se ajusta a tu necesidad, idea o planteamiento inicial.

Teatro Social aplicado a las aulas_ Herramientas para educadores.

Desde la EIG también ofrecemos la posibilidad a educadores, profesorado, facilitadores o animadores de formarse en Teatro Social. Más en concreto en la posibilidad de adquirir herramientas y estrategias educativas a través del Teatro y la metodología del Teatro Social.

Es decir, hablamos de Teatro Aplicado a las aulas.

“Aulas” en sentido amplio, como lugar/espacio/tiempo que aglutina a jóvenes y con los que se trabaja e interviene de algún modo. Aulas, por tanto, de tipo formal y no formal.

El Teatro, y todos los juegos que de él se derivan, se constituye en una metodología idónea y aliada a la hora de adquirir estrategias concretas para la intervención educativa.
Teatro para trabajar la diversidad sexual, la igualdad de género, la diversidad cultural, la inteligencia emocional, la comunicación real y la resolución de conflictos, la autogestión… conceptos, actitudes y conocimientos que están presentes en los currículos escolares, pero susceptibles de trabajarse también fuera del ámbito formal.
En todo caso, Teatro y estrategias para trabajar la colectividad, la creación colectiva, el sentimiento de comunidad y de pertenencia, que irán de la mano del respeto, la colaboración y el entendimiento, y de valoración de la diferencia y del otro.

Teatro como herramienta y no como finalidad.

Con este grupo destinatario de educadores empleamos la misma metodología que con los jóvenes. ¡El proceso es el mismo! Vivir ciertas dinámicas y juegos de dramatización, representación, desinhibición, intercambio, creación y expresión, que luego puedan aplicarse con el alumnado.

En realidad, involucrarse en este proyecto es hacerlo en una búsqueda de autoconocimiento y escucha hacia los demás, de creación de comunidad/identidad, de exploración de la propia capacidad de expresar y crear que, una vez vividas en primera persona, dicha experiencia pueda aplicarse al grupo de jóvenes con el que se trabaje.

Al igual que el trabajo directo con los jóvenes, en este caso la temporalización dependerá del colectivo concreto que demande nuestra intervención. Podemos adaptarnos y ajustarnos a un calendario y tiempos concretos, así como a grupos/colectivos más o menos numerosos.

taller de teatro social

Me piden desde la escuela de teatro en Madrid, EIG, que desarrolle una breve descripción sobre lo que es el Teatro Social. ¡Casi nada!, teniendo en cuenta que el Teatro Social es un gran abanico bajo el que se encuentran multitud de técnicas y herramientas teatrales con unas características muy diferentes entre sí y a la vez un denominador común.
Casi nada, además, siendo consciente de que cada grupo o persona que se adentra, profundiza y trabaja desde y con el Teatro Social o de los Oprimidos, lo hace desde su personal y único punto de vista. Desde su inevitable subjetividad.

¿Reflexión teórica?,
¿suerte de ensayo aclaratorio? …
Nada de eso me surge ahora.

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En este punto, descubro que lo que verdaderamente significa para mí el Teatro Social o Teatro de las Oprimidas tiene mucho que ver con el sentimiento y estado con los que salí del primer contacto que tuve con este modo de hacer.
Así que, tiro de memoria, y me adentro en un primer taller intensivo de fin de semana que me acercó, hace ya muchos años, a este maravilloso, liberador y enriquecedor mundo del Teatro Social.

Juego, juego, juego y más juego. Juego ausente de juicio. Juego conmigo misma, pero también con el grupo de personas con las que me reúno y de las que desconozco todo, excepto su apariencia física presente.
Apertura y entrega máximas, abrazando la vulnerabilidad.
A partir de aquí, y de la mano de la persona facilitadora, movemos nuestros cuerpos, nuestras cabezas y nuestra imaginación, y creamos imágenes e historias sobre las opresiones que todas vivimos, descubrimos puntos en común, diferencias individuales.
Gracias a este “hacer” puedo revelarme tal cual soy y a la vez diluirme en el grupo. Grupo que empatiza y acoge, incondicionalmente.

Grupo que te hace de espejo y que te recuerda lo político que hay en todas nuestras cotidianidades, en todo lo que nos rodea. La política hecha arte. El arte de lo político.

Liberador el reconocer que tu sentir nunca es en solitario. Tus vivencias, tus ausencias, tus anhelos, tus desvelos, lo son también de los otros. Hay algo que nos une y a la vez algo que es personal. Lo personal es un tesoro en el grupo. Lo grupal es un bálsamo para el individuo.

Poder mostrar con el cuerpo, con el silencio y la palabra, con la risa y el llanto situaciones que me pasan, que nos pasan, y sentir que las personas que lo reciben están en ese mismo punto, te convierte en inmortal. Te convierte en una persona poderosa y capaz.

Se diluye la frontera entre actuar y observar, entre estar sobre el escenario o en la butaca. Dos caras de una misma moneda. Todos actuamos, todos observamos. Todos somos “espect-actores” y “espect-actrices”.
Estando en el otro lado del escenario, siendo público, siendo espect-actriz, lograr debatir y actuar con desconocidos, lograr reflexionar sobre la sociedad que me rodea, mis propias experiencias y ver en mí, o en otros, que hay otras formas posibles de enfrentarse al miedo, a la incertidumbre, a las dificultades… es algo que no sé describir con palabras: comunicación verdadera, quizá. EMPODERAMIENTO, sin duda.

Sentimiento y creación de comunidad, impagable, en este sistema que nos quiere individuales, aislados y sin capacidad de crear ni de imaginar.

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Aquél día, al acabar ese minitaller que dio comienzo a una nueva etapa en mi vida, tuve la certeza de que nunca más estaría sola ni perdida. Tenía el Teatro Social y allá donde fuera, estuviera con quien estuviera, habría un cobijo en el que guarecerme y poder sentir, expresar y transformar la realidad con los demás. Esa es mi breve definición de lo que es el Teatro Social; ¡la encontré!.

¡Suerte infinita que tuve!

Todas las personas somos creadoras. Todas las personas necesitamos, por el mero hecho de ser humanas el expresarnos y el imaginar, el compartir y el construir y transformar.

El arte al servicio de la gente.

Termino con una frase del padre del Teatro De las Oprimidas, AUGUSTO BOAL:

“El Teatro del Oprimido
es el que crea espacios de libertad,
para que la gente imagine y piense en el pasado,
en el presente
y pueda inventar el futuro y no esperar por él”.

El teatro nace cuando el ser humano descubre que puede observarse a sí mismo y, a
partir de ese descubrimiento, empieza a inventar otras maneras de obrar.

VIRGINIA DEL POZO PARA

Danza Butoh

Con motivo del Workshop de Danza Butoh que se va a llevar a cabo en nuestra escuela de teatro, queremos compartir un breve ensayo escrito por Nataliya Andru que dirigirá este workshop.

Puedes participar en nuestro workshop un fin de semana al mes. info@escuelainternacionaldelgesto. com
+INFO

LOS ABISMOS DEL TIEMPO
Somos reclutas obstinados de causas cuyos orígenes se pierden en la oscuridad.”
Pascal Quignard
“No hay presente. Está mal informado quien se crea contemporáneo de sí mismo.”
Mallarmé

Pausamos.
El ejercicio de danza que practicamos trataba de improvisar, hacer pausas y seguir. En pausa prestamos atención a lo que sigue sucediendo en el marco corporal y espacial como sensaciones físicas, ecos de movimientos que acabamos de realizar, en pausa observamos la forma del cuerpo con más precisión y cómo nuestra danza ha resonado en el espacio, leemos con más nitidez lo que acaba de ocurrir y la información que sigue brotando. En pausa nos damos cuenta que el movimiento sigue: micro movimientos que ocurren gracias al desequilibrio, tensión y relajación muscular, la respiración, el bombeo de la sangre, el latido del corazón, impulsos, etc. La pausa es un respiro necesario para que la comunicación tenga sentido. El coreógrafo Stephen Batts dice que la pausa no es una herramienta para nuestra danza, es un fundamento para nuestra danza.
Pausar lleva a pensar en una escucha más sutil, más fina, en estar en contacto con lo que sigue ocurriendo. Podemos decir que la pausa es nuestra danza la más lenta. Y, sin lugar a dudas, con muchísima práctica podemos estar en contacto más profundo con los procesos que ocurren dentro y fuera del espacio corporal moviéndonos a la velocidad de un guepardo que corre detrás de su presa. Pienso en estar en contacto con como estar presente, como implicarse en lo otro.
Una comunicación con sentido supone tener una parte de la atención volcada en el espacio, tanto dentro como fuera del cuerpo. Para estar presentes necesitamos estar en relación con algo, alguien, con lo otro. Esto permite ensanchar nuestras posibilidades experienciales y tocar el mundo con nuestra danza. Podemos decir que estar presente es comprometerse a fondo con un proceso. Estar presente tiene que ver con la presencia, no con el tiempo presente. “El presente carece de presencia” escribe Pascal Quignard en Abismos, la presencia es un manto que acoge tiempos dispares.
En este libro el escritor francés derrama páginas sobre el tiempo como un abismo: el pasado y el porvenir que “se vierten constantemente uno en el otro”, sobre el tiempo que designamos como una unidad de medida pero que se convierte en algo que no podemos medir. Quignard escribe que el infortunio consiste en creer en el presente, el infortunio es el cuerpo que niega que el pasado pueda afectarlo. Porque el pasado es una fiera que acecha al hombre y lo perturba. Negando el pasado y viviendo en el instante huimos de toda retrospección, de todas las diferencias, de todo pensar (pensar como extrañar, dividir, decidir, orientarse en el espacio – procesos que requieren que algo de nosotros caiga en lo que fue). Pensar, en latín noesis, quiere decir “extrañar”. Extrañar es ver, es intentar acercar lo que ya no está, lo que se perdió y cuyos fragmentos invaden. Jonathan Martineau en sus seminarios de Butosofía invita a pensar en el espacio y sentir en el tiempo: aquí y ahora como portal donde se manifiestan el tiempo y el espacio, donde florecen las memorias.
Ceñirnos al aquí y ahora, fijar el tiempo, decir yo, nombrar… es intentar detener un río que corre. Si el movimiento es un desplazamiento, este sería imposible de realizar en el tiempo que llamamos presente. En un solo desplazamiento ocurre inmensa cantidad de procesos que involucran atisbos y resquicios tanto de lo que ya pasó como de lo que pasará, una masa informe imposible de ajustar en un tiempo concreto. Como la palabra que pronunciamos y que ocupa nada más que un instante, es un instante que se pierde en lo lejano, en un Había una vez – hicieron falta miles de años de vida humana para que esta palabra salga de nuestras gargantas por primera vez. El instante es el resto de algo que nos precedió. Como el recién nacido que es un “recién venir de lo anterior”: “Ninguna vida psíquica puede nacer sin la ayuda de otra vida psíquica anterior. Una vida anterior ancestral sueña para el recién venido, antes de su venida, la existencia de una vida psíquica comparable a la suya. De este modo hay un recién venir de lo anterior que llega de lo anterior.” (Quignard)
La palabra presencia viene de presentia, que en latín significa “acercamiento”. Lo que se acerca cuando estamos presentes es el antaño, un tiempo perdido, lo ausente, lo que hemos olvidado, aquello que escapa del lenguaje, lo innombrable, lo inmemorial pero que sin embargo sigue habitando en la oscuridad del cuerpo. Gaston Bachelard en El agua y los sueños nos invita a aumentar nuestra realidad con una buena dosis de irrealidad, y pensamos que agarrándonos al presente sería difícil aumentar la realidad. La dinámica de los sueños tiene que ver con los hechos que saltan de un lugar a otro, de una época a otra, donde lo irreal es sentido común, es la dinámica que tiene que ver más con ese tiempo que surge de espacios desconocidos, con el tiempo como derrame. “El tiempo no está del lado de los hombres, sino del lado del surgimiento”, escribe el autor.
Quignard define el pasado como cumplimiento, el futuro como inminencia cercana y el presente como inminencia lejana. El presente está estrechamente vinculado con lo lejano, con lo que es imposible describir objetivamente, algo con lo que nos topamos sin cesar pero no podemos reconocer desde lógicas convencionales. Para los acadios, habitantes del Imperio acadio (siglo XXII a.C.), el porvenir camina detrás del hombre y lo que está delante nuestros ojos es el pasado. Lo que vendrá como una bestia salvaje, subirá como la lava de un volcán está detrás de nuestras espaldas; y lo que nos encara es todo lo que ya se ha vivido.
En El agua y los sueños, Bachelard cita a DÁnnunzio que dice que “los acontecimientos más ricos nos llegan mucho antes de que el alma se dé cuenta. Y cuando comenzamos a abrir los ojos sobre lo visible, ya éramos desde mucho tiempo atrás adherentes a lo invisible”.
La danza butoh nos invita a bucear en lo invisible desde la escucha, la atención, el movimiento volcados en un mundo imprevisible. Nos regala la posibilidad de abrirnos a los vestigios del misterio, a los secretos más fascinantes, a tener tiempos socialmente muertos para inclinarse hacia el antaño, para contemplar las ruinas y las grietas y hundirse en el tiempo como en los abismos del océano, para dejar de corresponder con la actualidad y surgir como hambre, desgarro, vértigo, caída, metamorfosis.

TEXTO . Nataliya Andru

FOTO: Peter van Heesen

del clown de circo al clown de teatro

¿Por qué el clown en una pedagogía de arte dramático?

Ser clown, es una profesión de fe, una toma de posición ante la sociedad y la vida: ser ese personaje concreto y conocido de todos, por el cual se siente un vivo interés en eso que no sabe hacer, allí donde es débil. Aquello que habitualmente escondemos el clown lo acepta y se muestra tal como es.

El trabajo con el clown exige una explosión, a menudo a la inversa de la lógica: pone en desorden un cierto orden y permite denunciar también el orden establecido. El clown falla donde nadie lo haría y acierta cuando no lo esperamos.

La pequeña nariz roja, “la máscara más pequeña del mundo”, da a la cara una expresión redonda, iluminando los ojos de ingenuidad y ampliando el rostro, desposeyéndola de toda defensa.

El objetivo es el de enseñar las técnicas de búsqueda del propio clown y con ello las claves de la comedia a partir de la personalidad de cada alumno. Esta búsqueda reside en la autenticidad; en la libertad de ser uno mismo y, aceptando esta verdad, provocar la emoción y la risa de los demás. Despojamiento y verdad son dos características fundamentales en la interpretación y que mejor sitio para transitarlas a partir del universo particular del clown.

La relación clown-público, la presencia escénica, el gesto y el cuerpo como instrumento y elemento expresivo, los ritmos y el tiempo del clown, la improvisación, la espontaneidad y el desarrollo de la imaginación y la fantasía son el núcleo central del trabajo en el que se utiliza la nariz roja como elemento fundamental de trabajo.

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Del mimo al clown de teatro: un poco de historia.

En la historia de la mima, el lenguaje jamás estuvo separado del cuerpo. La pantomima latina exige el apoyo de un recitador, o al menos de un libreto o argumento de la pieza. En la Edad Media, no se separa prácticamente nunca el gesto de la voz. Es a favor de una alteración semántica que hoy se designa bajo el nombre de mima a un teatro exclusivamente mudo. Esta costumbre se remonta precisamente al siglo XIX con la aparición de actores que no podían utilizar otro medio de expresión que no fuera el gesto y que interpretaban mimodramas donde toda palabra estaba eliminada. Aunque Deburau no fue el inventor del teatro mudo, fue a partir de él que la pantomima excluyó el uso de la voz. Se trata pues de una concepción relativamente reciente.

Fue en las ferias de Saint Germain y Saint-Laurent en las que nuestros cómicos encontraron, unidos a las proezas de los saltimbanquis, bailarines de cuerda, manipuladores y equilibristas, un espacio de creación aunque sólo fuera en períodos autorizados. La fama creciente del teatro de feria terminó por eclipsar a la Comedia Francesa. La “Vieja Dama” veía mal verse poco a poco desplazada por esos saltimbanquis. Los grupos de Alard, Maurice y Bertrand sacaron partido del forzado exilio de los italianos (excelente ganga), habiéndose apoderado de su repertorio, para gran alegría del público, encantado de volver a ver gracias a ellos, sino originales (difícilmente imitables), al menos copias honestas, incluso honorables. Ellos fueron durante mucho tiempo los únicos en cultivar el movimiento y la expresión dramática. Se les puede considerar como los verdaderos precursores de Deburau y de todos aquellos que después de él, se formaron en el teatro del gesto.

Los empresarios de las barracas de feria comienzan a instalarse en la zona de los bulevares de París y en 1816 se abre el teatro de Funámbulos que al principio no tenía derecho sino a exhibir bailarines de cuerda y equilibristas. Se podía igualmente presentar vodeviles, a condición de que fueran presentados con marionetas.
En 1830, por fin, el teatro de Funámbulos pudo presentar el vodevil con comediantes verdaderos. Fue entonces cuando Deburau dio sus primeros pasos.
La principal especialidad del Funámbulo consistía en pantomimas “pirotécnicas” con “cambios de visión”, disfraces y metamorfosis, combates de sables, fanfarrias, cambios militares y explosión en el cuadro final.

El personaje de Pierrot había sobrevivido mal que bien hasta que Deburau lo inmortaliza, al revolucionar su arte -creando un nuevo género de payaso-, convirtiéndolo en un tipo que no tiene nada que ver con el antiguo esclavo tradicional, el paria desheredado que asiste, taciturno y solapado a las locuras de sus amos. El eterno humillado levanta la cabeza. No se rebela en realidad, no busca tampoco cambiar el rumbo de las cosas. Es en otra parte donde se inscribe su protesta: en el silencio, en el fuego de los signos, en la ilusión disfrazada donde se afirma su adhesión al despertar general del mundo; lo atraviesa y lo provoca, se mofa y burla de él; lo demuele, le pone sentido a lo que no lo tiene y lo reconstruye a su manera, como sólo lo saben hacer los poetas y los niños.

La migración de los mimos más populares y sobre todo, la destrucción del Bulevar del Templo en 1862, marcaron el declive de la pantomima. Al concederles el derecho a la palabra, los mimos se dispersan, unos se enrolaron como clowns de circo, haciendo que tanto las técnicas como el espíritu de la Comedia del Arte entraran a formar parte del mismo, otros se hicieron comediantes o comenzaban a presentarse en provincias y en el Music-hall.
La vehemencia satírica de Dario Fo, cuyas obras están impregnadas de misterios medievales, en las que su mujer, Franca Rame, que forma parte de una familia con tradición de varias generaciones, ha aportado gran material artístico de la Commedia dell’Arte ; los magistrales cambios de personaje de R. Devos que nos recuerdan a los juglares; el discurso mordaz y feroz de un Leo Bassi, con el añadido atrevimiento de comerse sus “propios excrementos” en plena escena, transportándonos a la Fiesta de los Locos.

El circo fue quién dio al clown la categoría de oficio, dejando en sus pistas el recuerdo de payasos legendarios como Grock, Popov, los Colombaioni, con sus tradicionales técnicas y gags propios de los cómicos del arte, o, nuestro entrañable y genial Charlie Rivel.

Posteriormente, y no podía ser de otra manera teniendo en cuenta el carácter innovador de nuestros cómicos, invaden la industria cinematográfica. La riqueza y variedad de clowns en el cine, y sus aportaciones al mismo, es inmensa. Gracias a este medio, llegan a cotas de popularidad inimaginables hasta ese momento, como les sucediera a los pantomimos romanos. Chaplin y Keaton, provenían del music-hall el primero y del vodevil americano, el segundo. Ambos géneros teatrales eran parecidos, convirtiéndose en una fuente inagotable de recursos, gags y sketchs para sus películas –en las que lo hacían todo-. Les siguen Harold Lloyd, Laurel y Hardy, los hermanos Marx; Jerry Lewis, que ha heredado mucho de todos los anteriores e inventado cosas nuevas, teniendo la habilidad de ser auténtico y convincente en un estilo particularmente alocado e histriónico; Cantinflas, con su gran humanidad y al que no se le ha dado su verdadero valor; Woody Allen y, los europeos Jacques Tati y Roberto Benigni, que ha conseguido imponer, en un tema tan tremendo como el holocausto en “La Vida es Bella”, su inteligencia, sutileza cómica e ingenio crítico.
La pantomima, pues, había descendido a la pista de circo y había aportado al clown la cara blanca de Pierrot, que se convierte en el clown Blanco o espala y que pronto se rodeadará de otros clowns con caraterísticas totalmente opuestas, apareciendo así el juego entre los Augustos y el clown blanco.

El clown de nuestros días, es un clown de teatro, basado más sobre el talento del actor que sobre las habilidades acrobáticas, dando vida a un mundo a menudo absurdo y cruel.
Pero es sobre todo la psicología y el juego del Augusto, el clown que nos llega a través del teatro, como muy bien expresara el maestro Jacques Lecoq: “Beckett ha aportado una nueva dimensión al clown, haciéndonos descubrir los soplos de la existencia. El héroe trágico se vuelve inabordable”. Descubriéndonos a un nuevo clown, un clown con rasgos de héroe contemporáneo, es decir, un antihéroe. La tragedia clásica se invierte para mostrarnos el absurdo de nuestra propia existencia y como resultado el clown encuentra su nuevo lugar.

Butoh

Con motivo del Curso de Danza Butoh que se va a llevar a cabo en nuestra escuela de teatro, queremos compartir un breve ensayo escrito por Nataliya Andru que dirigirá este taller.

La propuesta de un taller de Danza Butoh se engloba dentro de la necesidad de acercarnos dramáticamente a aquello que esta en movimiento, y también a  aquello que esta en quietud. Para nosotros son dos máximas en una escuela de teatro físico, entender lo dramático desde el entendimiento del movimiento y sus leyes.

OSCURIDAD SIN FIN por NATALIYA ANDRU

En el año 2012, a raíz de estudiar teatro físico con Evelyn Viamonte, descubro la danza butoh. Recuerdo que durante una clase estábamos trabajando sobre las acciones físicas y cada uno de los alumnos teníamos que crear una pequeña secuencia. Ya exhaustos, comenzamos a improvisar para luego seleccionar el material y componer la secuencia. Tras repetir y repetir, en aquellos instantes sentí que no era yo la que estaba ejecutando los movimientos. Por primera vez percibí la relación cuerpo – espacio de otro modo. Hoy día, mirando hacia atrás, siento que quizás aquella improvisación fue la primera vez que bailé butoh.

Butoh es la danza que surge a partir del apaciguamiento de la mente cotidiana, racional, calculadora, lógica, para dejar salir al mundo visible lo invisible, lo silenciado, lo escondido, y como consecuencia desanuda la información que habita en la oscuridad del cuerpo. Butoh es la danza de la liberación. Las danzas indescifrables que acontecen al hundirnos en los procesos más sutiles, procesos ligados al subconsciente, liberan realidades que están fuera del sentido común y hacen que experimentemos el cuerpo-espacio de un modo inhabitual, algo que la actual vida ajetreada no nos permite hacer prácticamente nunca. Lo imaginario se vuelve carne gracias a la disposición del bailarín de adentrarse en lo que venga: la imagen de que tu abuela es una ballena que está bebiendo lágrimas de mariposas es tan real como el desayuno que te tomaste esta mañana. Dejas a la vida tu cuerpo para que haga su danza. No entiendes por qué, pero algo de tu vida te ha empujado hacia estos imaginarios y quiere que los bailes.

“Ankoku butoh”, el nombre que puso a sus danzas cubiertas de cenizas Tatsumi Hijikata, quiere decir “danza salida de las tinieblas que sube a ras del suelo”. La danza que sale como nacen los bebés gritando y surgiendo en un mundo desconocido. “El único ser al que veo completo es el feto en vísperas de nacer, que todavía nada”, son palabras de Sidonie-Gabrielle Colette. Kazuo Ohno, a su vez, dijo que el butoh de las tinieblas se aprende en el vientre materno. El maestro Jonathan Martineau llama a la danza butoh – la danza del nacimiento. La negrura que envolvía nuestros cuerpos en el vientre materno, el eco de un mundo líquido y oscuro sigue resonando en nuestra experiencia. El salir hacia fuera, hacia otro lugar y la torpeza que experimenta un bebé, la no consciencia de su cuerpo, puro brotar y el descubrimiento del espacio es la danza de un bailarín de butoh.

El maestro Rhizome Lee nos decía en su escuela en el Himalaya indio de convertirnos en nómadas y bucear en la danza con toda nuestra vida, de convertirnos en secreto. ¿Cómo se convierte uno en secreto? Quizás abismándonos en las sensaciones que nos habitan, sujetándonos menos, controlándonos menos y cayéndonos más. Quizás cuando nos sorprendemos del movimiento de ojos de una vaca o de la cola de una sirena que acabamos de bailar. Quizás cuando por unos instantes no sabemos quiénes somos.

Butoh: la curiosidad de un gato, lo vivo y lo muerto cuchicheando bajo una manta, lo no-humano que tapa la boca a los juicios, lo pre-lenguaje, lo asocial, los cuerpos que son espacios soñando lo innombrable.

 

TALLER DE BUFONES

INTRUDUCCIÓN AL BUFÓN Y AL ESTILO TEATRAL

La risa es esencial al hombre como lo atestigua la historia de la humanidad desde sus orígenes. Tanto en la antigüedad como en la Edad Media, entre los particulares como en la corte de los príncipes, en los conventos como en las plazas públicas, en las naciones civilizadas de Europa como en los pueblos semi-bárbaros de África o de Oriente, vemos a una serie de personajes, reidores de profesión que se han dedicado a divertir a sus contemporáneos, o, que han tenido la obligación pagada de hacer reír a sus malhumorados señores. Por este servicio han merecido siempre el reconocimiento.
La bufonería, fenómeno social utilizado cuando no creado y motivado por los propios sistemas de poder, absolutos y cerrados, ha provocado siempre las más fuertes y diversas reacciones en todas las sociedades.
Inicialmente integrado en el círculo de los poderosos como personaje atípico o pintoresco (las más de las veces débil mental o loco) de los que se solían configurar verdaderas colecciones, el bufón de corte se convierte, a través de los siglos, en el doble del rey, en su propia imagen grotesca. Suntuosamente mantenido, asume la pesada tarea de divertir al soberano; sobre todo –privilegio inaudito- sólo él tiene el derecho de decirle la verdad. Significa la inversión del poder, la figura de irreverencia y desorden, el símbolo de la fiesta con sus perturbaciones, conductas licenciosas y turbulencias.
La historia, a la vez real y mítica, de los bufones a través de una extraordinaria galería de pintorescos personajes, prueba que ninguna sociedad ha podido jamás pasar de los perturbadores.
El complejo estilo teatral y las técnicas del bufón permiten entrar en una extraordinaria dimensión de juego interpretativo cuyo conocimiento y práctica suponen una importante aportación en la formación y desarrollo del actor.
En el diccionario de la Real Academia Española la palabra “bufón” significa: “Truhán que se ocupa de hacer reír” y “bufo” se aplica a lo cómico que raya en lo grotesco y burdo. Estas dos definiciones nos pueden aclarar el objeto de estudio pero en la realidad teatral ambos términos tienen un significado mucho más amplio y el mundo que albergan es dilatado y complejo.
Con su aspecto físico deforme, el bufón se nos presenta como un ser extraño y grotesco, terrible y misterioso, un monstruo de la naturaleza.
La diferencia entre el clown y el bufón radica en que mientras el clown está solo, el bufón forma parte de un grupo, salvo en algunos casos aislados; la diferencia también radica en que mientras nosotros nos burlamos del clown, el bufón se burla de nosotros.
Jacques Lecoq sostiene que los bufones, como los marginados, han sido violentamente apartados y alejados de la sociedad, habiéndoles provocado este hecho un enorme sufrimiento por lo que vienen a este mundo de tontos y locos que representamos ante sus ojos, el público, para denunciar y burlarse, para hacer una parodia de todos los valores políticos, religiosos y sociales establecidos por la humanidad. Como contrapartida, me atrevo a sostener la idea de que el bufón era un ser creado y motivado por los propios sistemas de poder absolutos y cerrados, en los cuales los riesgos de sublevación o revolución eran mínimos o prácticamente imposibles, como liberación de sus propias restricciones y limitaciones, de su conciencia intranquila. De modo que el bufón estaba potencialmente integrado en la sociedad, procede de esas mismas estructuras de poder que paradójicamente le alimentaban y sostenían ya que necesitaban de una crítica que no estaba permitida pero que era necesaria, estableciéndose una relación sadomasoquista que forzaba esa denuncia feroz, agresiva y corrosiva, siempre y cuando se mantuviera dentro del marco del juego expresivo de la representación teatral, controlada por el propio poder; de ahí la dificultad del arte del bufón ya que no se trataba de una crítica real, puesto que no implicaba compromisos de modificación de conducta, sino que más bien era utilizada como droga alienadora de conciencia, de sedante moral y ético que enmascaraba la verdad del sistema social vigente.

Los bufones pertenecen al mundo de la “locura”, de esa locura necesaria para mejor preservar la verdad. Aceptamos de un loco lo que no aceptamos de una persona, digamos, “normal”. Podemos excusarle mientras dice palabras perturbadoras y molestas pero le escuchamos como el rey escucha a su loco bufón.
La base bufonesca es la BURLA llevada hasta la PARODIA. Los bufones se divierten reproduciendo, a su manera, la vida de los hombres a través de juegos y locuras pero la parodia no es directamente ofensiva con respecto al público; no existe una voluntad deliberada de burlarse de él. La relación es de otro orden.
El bufón se ríe de todo, de la vida, de los otros bufones, de él mismo, también del público y, lo hace porque puede hacerlo; no sólo por su aspecto físico grotesco que le da una amplísima libertad de juego sino porque además emplea tácticas inteligentes. Seduce al público, se hace con él por medio de su simpatía, sutileza y de sus gracias aunque se trate al mismo tiempo de un ser maligno, diabólico y perverso. Pero el público se ríe y es precisamente por esta razón por la que puede declarar lo más tremendo y aterrador.

Su juego es abierto, osado y exagerado. “Todo le está permitido” siempre y cuando no sobrepase los límites de la representación y proceda a una crítica racional y directa de los valores establecidos por la sociedad. No es el melodrama ni lo cotidiano. Su juego pertenece a la tercera dimensión. El sentido del ridículo no existe en el alma del bufón por lo que la comunicación y contacto con el público es o debe ser inmediata y directa. Sus cambios de ritmo y estados de ánimo son rápidos y ligeros y por lo tanto de gran efectividad. Su imaginación sin límites la permiten transformar y llevar las cosas más simples hasta lo absurdo. El espectáculo de los bufones pertenece plenamente al teatro de la IMAGEN. Los gestos están invertidos y encuentran su organización a partir de un vestuario que obliga a no hacer más que ciertos movimientos hasta una acrobacia catastrófica y espectacular que sería imposible de realizar con un cuerpo normal. Así, los bufones aparecen en color, con grandes vientres y enormes pechos compensados por gigantescos culos; jorobas y bultos en las articulaciones, con piernas que se alargan hasta dos metros o desaparecen bajo el cuerpo encogido, como una bola, a ras del suelo. También existen los bufones de la belleza del diablo, elegantes, y los inocentes a los que protegen.
Los bufones están organizados jerárquicamente y viven en una sociedad perfecta, sin conflictos, donde cada uno encuentra su justo lugar: una imagen ideal de nuestra sociedad. Existe el que golpea y el que es golpeado, aquel que tiene la palabra y que es transportado por quien no la tiene, sin revueltas ni disensiones. Son amables y se ayudan entre ellos. ¿Por qué esta perfección? … Porque no son como nosotros.
Los bufones vienen de otro mundo, están unidos al misterio, forman parte de relación cielo y tierra pero los valores están invertidos: escupen al cielo e invocan al infierno. En este sentido están en el mismo espacio que la tragedia; se cruzan en la misma vertical.
El pueblo de los bufones es inmenso y no se pueden precisar sus límites. Reencontramos, como un eco, las pinturas de Jerónimo el Bosco y Brueguel, los textos de Aristófanes, Shakespeare, el padre Ubu, las gárgolas de las catedrales de la Edad Media, el bufón del rey y los grandes bebes de cuarenta años.
Muy diferentes los unos de los otros, se reúnen en torno a temas que les conciernen; pero lo que les une es la diversión, el juego, la burla, la comedia. Representan, de una manera extraña, nuestra sociedad y, como en la tragedia, necesitan de grandes temas: el poder, la ciencia, la religión, la guerra, el hambre, la peste, el amor, el odio, el sexo etc., y lo hacen en el marco de la “locura organizada” donde el más débil dirige a los demás y declara la guerra porque se aburre.
De esta forma los bufones denuncian y al mismo tiempo proponen el espacio trágico. Es por ello que los bufones son portadores de grandes discursos poéticos: La Biblia, Artaud, Saint John Perse, Eliot, Pasolini, Rimbaud, Shakespeare, pero con ellos aparecen las dobles imágenes; lo trágico y lo cómico puesto que la bufonería no es otra cosa que el trastorno, la inversión de la tragedia.

TALLER DE BUFONES
El complejo estilo teatral y las técnicas del bufón permiten entrar en una dimensión de juego interpretativo cuyo conocimiento y práctica suponen una importante aportación en la formación y desarrollo del actor.
El aspecto físico, deforme y grotesco, del bufón le da una amplísima libertad de juego el cual es siempre abierto y osado, seductor y exagerado. No debemos olvidar que el bufón es, en definitiva, la antesala de la Comedia del Arte.
El espectáculo del bufón pertenece al teatro de la IMAGEN. La base bufonesca es la BURLA llevada hasta la PARODIA. Los bufones representan nuestra sociedad en el marco de la “locura” organizada y, como en la tragedia, necesitan de grandes temas. Denuncian y al mismo tiempo proponen el espacio trágico, pero con ellos aparecen las dobles imágenes: lo trágico y lo cómico, puesto que la bufonería es el trastorno, la inversión de la tragedia.

CONTENIDOS DEL CURSO

1-MOVIMIENTO:

-Juego
-Biodinámica del actor cómico:
-Ejercicios físicos, plásticos y mímicos
-Biomecánica del actor cómico:
-Acrobacia dramática bufonesca: caídas, tirones, saltos, piruetas, combate cuerpo a cuerpo, combate con objetos y figuras.
-El equilibrio y el desequilibrio
-Ritmo y cambios de dinámica

2- BASES Y TÉCNICAS DEL BUFÓN :

-Concepto del bufón.
-Trabajo técnico sobre la risa y el llanto.
-La locura y la irrisión: la locura organizada.
-Tragedia e irrisión; cambio de espacio: actitud, ritmo e intención.
-Máscara y deformación; la deformación y su significado: jorobas, vientres, culos, disminución o anulación y prolongación de las extremidades y otras partes del cuerpo.
-Estudio dinámico de las materias, animales y pasiones.
-Pantomima ilusoria y abstracción.
-Pantomima blanca.
-El coro bufonesco:
-El misterio:
-Los bufones de la noche.
-La locura y lo sagrado.
-Los iluminados.
-Lo grotesco.
-Lo fantástico:
-La ciencia.

3 – IMPROVISACIÓN:

-La imitación, la burla, y la parodia.
-La infancia.
-Improvisaciones sobre grandes temas: la guerra, la peste, el poder, la fe religiosa, el hambre, el sexo, etc.
-El contraste y las dobles imágenes.
-Del coro trágico al coro bufonesco: la inversión.
-Trabajo sobre y a partir de grandes textos dramáticos.

 

 

 

Carta a los actores

CARTA A LOS ACTORES (fragmentos)
de
VALÈRE NOVARINA
Traducción de Fernando G. Grande y Reescrito por Nieves Rodríguez Rodríguez

Escribo por las orejas. Para los actores neumáticos. En los viejos manuscritos árabes los puntos se indican con soles respiratorios… ¡Respirad! ¡Pulmonead! Pulmonar no quiere decir en absoluto desplazar aire, vociferar, inflarse, sino por el contrario disponer de una auténtica economía respiratoria, utilizar todo el aire que se aspira, consumirlo totalmente antes de volver a aspirar, llegar hasta el agotamiento, hasta la constricción de la asfixia final del punto, del punto de la frase, del puño que uno aprieta con el brazo en tensión al finalizar la carrera.

[…]

Masticar y comer el texto. Un espectador ciego debe oír triturar y deglutir el texto, preguntarse qué están comiendo sobre el escenario. ¿Qué comen? ¿Se comen? Masticar o tragar. Mestización, succión, deglución. Algunos pasajes del texto deber ser mordidos, atacados con saña por los comedores (labios, dientes); otros tienen que ser rápidamente sorbidos, deglutidos, engullidos, aspirados, tragados. ¡Come, sorbe, come, mastica, pulmonea, masca, mastica, caníbal! ¡Ay, ay!… Muchas partes del texto deben ser proyectadas en una sola aspiración, sin volver a tomar aire, utilizándolo completamente. Consumir en su totalidad. Sin guardar esas pequeñas reservas, sin tener miedo a ahogarse. Al parecer es así como se encuentra el ritmo, las diferentes respiraciones, lanzándose en caída libre.

[…]

¿Dónde se encuentra el corazón de todo esto? ¿Es el corazón el que bombea, el que hace que todo circule?… El corazón de todo esto se encuentra en el fondo del vientre, en los músculos del vientre. Son los mismos músculos del vientre los que, presionando las tripas o los pulmones, nos sirven para defecar o acentuar la palabra. No se trata de hacerse los inteligentes, sino de que las tripas, los dientes, las mandíbulas hagan su trabajo.

[…]

El teatro es un rico estercolero. Ya está bien de todos esos directores, de todos esos liantes endiablados que ocultan el fondo real con capas externas, de ese mercadillo de teatrúsculo acumulador de restos de viejas representaciones repleto de actitudes de vejestorios, de glosas de glosas. ¡Que acabe de una vez ese teatro que no deja de fabricarse ilusiones falsas y castigarnos los oídos, las orejas y los orejones con glosas de glosas en lugar de abrir de par en par sus pabellones a la masa inmensa de todo lo que se dice, cada día más acentuado, que hace estallar en múltiples sentidos la vieja lengua impuesta en un follón asombroso de nuevas lenguas que arrinconan a la vieja que cede, que ya no puede más!
Es el actor el que va a transformarlo todo. Todo surge siempre en las mayores dificultades. Lo que surge, lo que va a estimularlo, es la lengua que, por fin, veremos salir por el orificio. El actor tiene su orificio como centro y él lo sabe. Aún no puede decirlo, porque hoy, en el teatro, la palabra sólo se concede a los directores de escena y a los periodistas. Al público se le ruega amablemente que deje su cuerpo colgado en la percha de la guardarropía y al actor, domado, se le ruega amablemente que no joda la puesta en escena del patio de butacas, que no entorpezca el elegante desarrollo del banquete, el bello intercambio de connivencias y de signos culturales recíprocos entre el director y los periodistas.

[…]

Cualquier teatro, no importa cuál, actúa siempre, y duramente, sobre el pensamiento, trasgreda o perpetúe el sistema dominante. Quiero que me cambien mis percepciones. Es absolutamente necesario acabar con el sistema. ¡Absolutamente necesario! Es tarea urgente poner fin, iniciar la caída del sistema reproductor aún vigente.
¿Qué quiero decir con tal afirmación? Quiero decir, Señora, que los que dominan siempre están interesados en que desaparezca la materia, en que se suprima el cuerpo, el soporte, el lugar desde el que se habla, en hacernos creer que las palabras son un maná que cae del cielo sobre nuestros cerebros, que son pensamientos los que se expresan y no cuerpos.

[…]

Escribir textos teatrales es preparar la pista en la que se va a bailar, colocar obstáculos, colocar vallas en una pista sabiendo muy bien que únicamente los bailarines, los atletas, los actores son bellos… ¡Eh, actores, actrices, vuestros cuerpos braman, incitan, provocan deseo! Lo que incita a escribir para el teatro es únicamente el deseo del cuerpo del actor. ¿Se me entiende? Que el actor viniese a rellenar mi texto lleno de huecos, a bailar en él.
El que escribió le habla al que actúa. Pero no es tanto la diferencia de verbos (escribir, actuar) lo que marca nuestra diferencia, sino la diferencia de los tiempos. Esos cuerpos trabajan en algo en lo que el mío dejó de hacerlo hace tiempo. Es un paralítico el que le habla a los que bailan, es un afónico el que habla a buenos cantantes. El que habla es un ex–bailarín que nunca habría bailado: no el que firmar la historia sino el autor del rollo. Porque, quien dice autor dice autor del rollo, heredero del cadáver, gestor del excremento, y porque este espectáculo que se monta, esta aventura, no me reporta la mínima satisfacción ver que mi moneda circula, que por fin es de curso legal, sino el dolor de no tener ya las piernas de un joven de veinte años para bailar esta danza y el gozo de ver a los actores bailar como los ángeles.
¿Qué puedo yo decirles desde mi sillón de espectador de ensayos, de impotente en silla de ruedas a los que bailan, a los que saltan?… Apenas puedo decirles que… Apenas puedo decirles que… El actor (cualquiera de ellos, de ellas) lleva diez años de ventaja en todo hoy por hoy. En todo lo que se escribe. Debido fundamentalmente al conocimiento de su cuerpo. Pero se trata de un conocimiento del que aún no pude hablar. Porque se lo impiden. Y además porque, no obstante, un paralítico puede decir algo sobre el cuerpo a los que gozan de todos sus miembros porque algo sabe, en su cuerpo inválido, a fuerza de bailar inmóvil y de cantar con la boca cerrada.

[…]

Hacer de nuevo que la palabra muera con el cuerpo.

[…]

¿Qué? ¿Qué? ¿Qué? ¿Por qué se es actor? Se es actor porque uno no se acostumbra a vivir en el cuerpo impuesto, en el sexo impuesto. Cada cuerpo de actor es una amenaza, que hay que tomar en serio; y si un día nos encontramos en el teatro, es porque existe algo que no se ha podido soportar. En cada actor existe, cuando quiere hablar, algo que se asemeja a un cuerpo nuevo. Una emergente y diferente economía corporal que intenta expulsar a la antigua que nos fue impuesta.

La CARTA A LOS ACTORES se escribió durante los ensayos del Atelier Volant para los actores que estrenaron esta obra en enero de 1974.

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