El mimo moderno se apoya en el silencio como punto de partida y devuelve al gesto una importancia que los discursos habían enterrado.
El mimo vive en la profundidad del silencio, allí donde el gesto no reemplaza a la palabra.
El silencio da vida a miradas nunca vistas, a gestos todavía no ejecutados. En el silencio nace la calidad del gesto y la palabra. Es en el silencio donde se preparan los impulsos y las pulsaciones que organizan, en el espacio interior, los ritmos que emergen con urgencia.
El silencio está cargado de cualidades diferentes, dependiendo de que comience o termine una acción, un acto o una palabra. La urgencia de la acción que nos moviliza enteramente requiere un silencio favorable a esta acción. Es la acción la que obliga. El silencio de partida se une a la concentración que debe favorecer la acción que se producirá. El silencio después de la acción lleva a la reflexión, a la retención de uno mismo.
No hay conflicto entre la palabra y el silencio. El silencio ofrece a la palabra su calidad. La energía del silencio es la energía de la palabra.
Comentarios